Junto al museo de Serralves, en Oporto, hay una extensión de terreno grande con árboles y una granja.
Miguel Torga dice de la ciudad:
"Entro [en Oporto] tiritando de frío, lo cruzo mojado por la niebla, busco habitación y me acuesto al calor de esa vieja y casta pasión que nos une. Al día siguiente, por la mañana, me levanto, compro el periódico, sigo viaje y mi visita anual y discreta se acaba.
De vez en cuando pierdo la cabeza, altero los horarios habituales y voy al museo Soares dos Reis a ver a Pousao, paso por la iglesia de San Francisco, o cojo un tranvía y doy la vuelta al mundo, bajando a la Foz por el paseo marítimo y subiendo por Boavista. Pero es raro. Lo normal, lo que está siempre en el programa, es pasar sólo la noche, como he dicho."
Lo que más me apetece al ver el dibujo es salir corriendo y saltar la valla.
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